
Cuaderno de Bitácora: miércoles 23 de julio 2025. Hora incierta.
La tarde es ventosa, más bien desapacible, pero hay que ir. Y no es que no haya yo estado allí nunca, no. Lo que pasa es que ahora la realidad en mi es completamente diferente: mis ojos, el tiempo, el pasado que se ha ido, el futuro que alguna vez será….todo ha dejado de ser para continuar siendo DISTINTO.
Por ello he vuelto, ya que en mis entrañas me nace la necesidad de que hay que sentirlo de nuevo porque no hay nada peor que una desgastada suela que impida avanzar: frente a ella, lo que se debe hacer, es andar aunque sea descalzo y se abrasen los dedos descarnados.
Y no es para menos: así lo siento cuando pongo los pies en el arenoso suelo de la postrimerías del faro.
Y echo a caminar sin vacilación alguna. Y siento como mi corazón no se dispara como antaño aunque se imbrica, deja oquedades por cubrir con algunos de los destellos que mis ojos y mi piel puedan abrazar, porque aunque Dionisos haya muerto, ahora es el momento de levantar nuevos asideros, por ejemplo, el estandarte de aquellos héroes cuyos hijos vinieron del sur y eran descendientes del astro rey (Gárgolis. Habidis…,).
Recorremos en soledad algún sendero de los muchos que rodean los acantilados, siendo las únicas acompañantes ráfagas de aire tan poderosas como el grito de Poseidón. Pero a mi eso no me inquieta, no me impide asomarme al balcón del fin del mundo, allí donde yace el gran azul majestuoso al que los antiguos llamaban el mar tenebroso
Y le pongo oídos, y esto me dice…..

(Fotografía del Faro del Cabo Espitel, cerca de Lisboa)